Hoy lunes se celebra en la prensa estadounidense y en general mundial que Obama ha sido capaz de conseguir la aprobación de la reforma sanitaria. Sin embargo, hay que decir que esta reforma es bastante decepcionante, en el sentido que difícilmente garantiza que la eficiencia de la sanidad estadounidense mejore.
En teoría garantiza que los pobres tendrán cobertura sanitaria vía subsidios a sus contratos con las aseguradoras. Pero la pregunta que subyace aquí es: ¿hasta qué punto puede un sistema sanitario privado prestar una atención de calidad si se basa en la obtención de beneficios económicos? ¿Puede la atención sanitaria estar supeditada a estos criterios?
En mi opinión, no. Se da el caso, por ejemplo, de que la mayoría de los estadounidenses (168 millones de personas) tiene una póliza de seguros que no cubrirá los costes de su asistencia sanitaria en caso de enfermedad o accidente grave. Y lo peor es que ellos no lo saben.
En un artículo publicado recientemente, Vicente Navarro analiza los errores que según él ha cometido el Presidente Obama. Yo estoy de acuerdo en lo esencial con Navarro. Y además, me gustaría añadir que Obama ha dejado pasar una oportunidad histórica de construir el estado del bienestar en USA, país en el que la clase trabajadora no tiene asegurados el acceso a los servicios básicos, y los pobres están en una situación de marginación social y criminalización absolutamente devastadora.
Del balón al Mundo Atlántico 